El territorio que actualmente ocupa Hungría perteneció, antes de la era cristiana, a los celtas y a partir del año 10 a.C. fue conquistado por los romanos quienes permanecieron aquí durante cinco siglos en una provincia que llamaron Pannonia, al oeste y al sur del Danubio. En el gran río, que hacía frontera, el puesto más destacado fue Aquincum (la actual Óbuda). Las invasiones bárbaras hicieron huir a los romanos y el territorio presenció el paso de numerosas tribus: alanos, godos, gépidos, ávaros y hunos.
En el año 896, siete tribus magiares conducidas por su jefe Árpád, procedentes de las cuencas del Volga y el Ural, ocuparon las orillas del Danubio e hicieron incursiones por toda Europa, especialmente Francia e Italia. En el año 1000, Esteban, hijo del príncipe Géza y heredero de Árpád, se declaró súbdito de la Santa Sede y fue coronado rey, dando inicio así al Estado magiar.
La Hungría feudal abarcaba entonces un amplio territorio que comprendía Transilvania (en la actual Rumanía) y Croacia. La capital del Estado pasó sucesivamente de Székesfehérvár a Esztergom, Buda y Visegrád. Por entonces, Buda y Pest eran ciudades independientes separadas por el Danubio y fueron arrasadas por la invasión de los mongoles en el año 1241. Entre los años 1000 y 1301 reinó en Hungría la dinastía de Árpád con sucesivas expansiones del reino e invasiones de otros pueblos. En la época de las Cruzadas, el país jugó un papel fundamental; el rey Luis VII de Francia y el emperador Conrado III de Alemania residieron en Hungría durante la segunda Cruzada y el rey húngaro András II organizó una de ellas. Tras la invasión de los tártaros y mongoles en 1241-42, el rey Béla IV se vio obligado a refugiarse en la actual Croacia. En 1301, con la muerte de András III, se extingue la dinastía de Árpád.